lunes, 10 de enero de 2011

Glauco y Escila




Glauco era un joven y apuesto pescador. Un día, después de vaciar sus redes en el suelo, observó atónito como algunos de los peces que había capturado volvían a la vida y regresaban saltando al agua. La curiosidad hizo que se fijase mejor y notó que en aquel lugar crecían unas extrañas hierbas. Sin dudarlo, cogió unas cuantas y se las comió, a ver qué pasaba.
De pronto comenzó a sentirse muy raro. Sentía una necesidad imperiosa de saltar al agua, y cuando lo hizo, su cuerpo adquirió un color verde como las algas, se le llenó de escamas el cuerpo y sus piernas se transformaron en una larga cola de pez. Glauco ahora era un dios marino.
Durante un tiempo, Glauco vivió feliz su nueva existencia, hasta que un día conoció a Escila.
Escila era una ninfa del agua e hija de Forcis y Hécate. Glauco se pasaba el tiempo persiguiéndola, intentando conseguir de ella una cita, algo, lo que fuera. Pero la joven no le hacía ni caso. Es más, harta del acoso, decidió salir del agua y adentrarse en la tierra para alejarse del incordio de Glauco.
El dios marino, desesperado, acudió a Circe, la famosa maga que era amiga suya y que estaba enamorada en secreto de él. Cuando Glauco le contó sus pesares y su deseo por Escila, a Circe no le hizo ninguna gracia, pero lo disimuló muy bien. Intentó convencer a su amigo de que buscara otras mujeres, pero Glauco no desistía en su propósito. Esto encolerizó aún más a la hechicera y decidió tomar cartas en el asunto.
Diciendo a Glauco que lo ayudaría a conseguir el amor de la joven, le entregó una poción a base de hierbas y le indicó que para que hiciera efecto, debía verterla en el agua donde Escila se bañara.
Dicho y hecho. Cuando Glauco logró localizar a la ninfa, derramó la el mágico líquido en el agua. De repente, y de cintura para abajo (que era la parte sumergida del cuerpo de la joven), surgieron varias cabezas de perro furiosos que no paraban de devorar todo lo que estaba cerca. Escila, horrorizada, tuvo que huir y esconderse, acabando en el Estrecho de Mesina, donde la monstruosa mitad de su cuerpo atacaba y devoraba a todos los marineros que osaban pasar por allí.

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